¿Y si no estoy siendo suficiente?

26 de mayo de 2025
Esa duda que aparece en silencio y te hace sentir pequeño. Vamos a hablar de la autoexigencia y el miedo a fallar.

¿Te pasa que, incluso cuando haces todo lo que puedes, sientes que no es suficiente? Esa sensación silenciosa que te acompaña y te repite que deberías estar haciendo más, que no has llegado a todo, que hay algo mal en ti por no rendir como esperabas. La autoexigencia no siempre grita, a veces susurra con voz constante y agotadora. Y aunque pueda parecer una aliada del esfuerzo o la responsabilidad, en realidad suele convertirse en una cárcel emocional.

Muchas personas viven bajo una presión interna que no se detiene. No importa cuánto logres, cuántas tareas cumplas o cuánto te esfuerces, siempre hay una nueva meta que parece más alta. No hay lugar para el error, para el descanso ni para la duda. La autoexigencia impone un modelo ideal que nunca se alcanza del todo, y eso va desgastando poco a poco tu autoestima y tu bienestar.

Este patrón suele tener raíces profundas. A veces lo aprendiste en casa, en un entorno donde ser válido estaba condicionado al rendimiento. Otras veces viene de la escuela, de los elogios que solo aparecían cuando sacabas buenas notas, eras responsable o ayudabas a los demás. Con el tiempo, esa forma de ser se convierte en una autoevaluación constante: “¿Estoy haciendo lo suficiente? ¿Estoy a la altura?”.

Y la verdad es que nadie puede sostenerse bien desde ahí. La autoexigencia no te motiva, te castiga. Se cuela en tus pensamientos, en tus decisiones y en tus silencios. Te hace creer que pedir ayuda es rendirse, que descansar es perder el tiempo y que sentirte mal es un signo de debilidad. Pero no es así. Reconocer tus límites es una forma de salud. Darte permiso para no poder con todo es una forma de respeto hacia ti mismo.

La terapia puede ayudarte a entender de dónde viene esa exigencia y cómo empezar a desmontarla. No se trata de conformarte, sino de vivir de forma más equilibrada y justa contigo. Aprender a identificar esa voz interna crítica y a reemplazarla por una más compasiva puede cambiar profundamente la forma en que te relacionas contigo y con el mundo.

También es importante reconocer tus logros, por pequeños que sean. Celebrar que hoy pudiste parar un momento, decir que no a algo que no te hacía bien o simplemente darte cinco minutos sin culpa. Porque el valor no está solo en lo que haces, sino en cómo te tratas mientras lo haces. Y mereces tratarte con respeto, con paciencia y con cuidado.

Si esta duda de “no ser suficiente” te acompaña desde hace tiempo, no tienes por qué enfrentarlo solo. A veces basta con que alguien te escuche y te mire con otros ojos para que empieces a mirarte distinto tú también. Desde ahí, todo puede empezar a cambiar.

Ir al contenido